domingo, 20 de junio de 2010

Dani Natura

La danza de los trazos

Recuerdo un frondoso árbol con hojas color verde claro y un tallo fuerte y marrón, que descansaba pacientemente sobre colinas que parecían no tener fin. Recuerdo un sol brillante, siempre sonriente, que daba calidez con su tierna mirada. Unas nubes azules se perdían en lo profundo de un cielo blanco de tenues líneas grises. Y bajo ese espectáculo celeste reposaba una pequeña casita de paredes blancas y tejas rojas, que destellaban la fantasía y la sencillez de aquella escena. Un arco formaba la diminuta puerta de trazos café, que esperaba ser abierta por la imaginación. Las ventanas , azules como la más profunda confianza, permanecían abiertas, invitando a entrar en el mágico mundo de la niñez. Tenía seis años, y sentía un fuerte apretón en el estómago al ver los colores que dibujaban poco a poco la magia que nacía al cerrar mis ojos y dejar que mis manos danzaran sobre el papel. Ahora, en el trajín de lo días, cada ilustración es un estrecho camino por el que me escapo a ese mundo en el que sólo cuenta la imaginación. Escondidos en la punta de cada lápiz, cada creyón, nacen trazos que abren un universo donde todo es posible.